En toda
Europa se están dando procesos parecidos, más o menos intensos, de
retroceso en los sistemas públicos sanitarios. Detrás de ello, una
particular forma de entender la salud como un negocio, desde el
economicismo más salvaje. En lugares como en Madrid, desde hace ya
un tiempo, se han ido tomando las medidas más extremas, a la vez que
la contestación a las mismas se ha ido haciendo más potente. En
Navarra, hemos pasado de los años del dispendio para tratar de
complacer a todos los sectores (empresariales, profesionales,
usuarios/as...), a los de la tijera. En el fondo, todo responde e esa
interpretación de que la salud es mercancía con la que se pueden
conseguir votos en un momento o ajustar un presupuesto, en otro.
Actualmente,
podemos destacar estos cuatro ejes en los que el retroceso es mayor,
bien a nivel cualitativo, bien a nivel cuantitativo. Los enunciamos
en este orden según la importancia que tienen:
-Pérdida
de la Universalidad: la retirada de tarjetas sanitarias a
inmigrantes sin papeles, negándoles la atención como un derecho y
otorgándola, en todo caso, como beneficiencia, supone en sí un
hecho gravísimo y abre, para el resto de la población la puerta de
la arbitrariedad, respecto a la inclusión o no como persona
beneficiaria de la sanidad pública.
-Pérdida
de calidad asistencial y pérdida de equidad: Repago (ahora en
los medicamentos), plan de deterioro en la atención de las Urgencias
Rurales, no desarrollo del plan de mejora en Atención Primaria,
aumento en las listas de espera, amenazas sobre la cartera de
servicios,... La pérdida de calidad en la atención así como las
crecientes trabas económicas, físicas y burocráticas para acceder
a los servicios y prestaciones sanitarias van generando mayores
diferencias en los niveles de salud de distintos grupos sociales,
perjudicando, perversamente a los sectores más desprotegidos.
-Privatización:
sus múltiples formas son y están siendo ensayadas en Osasunbidea y
de no impedirlo, seguiremos asistiendo a nuevos planes tendentes al
debilitamiento y reducción del sector público a favor del
fortalecimiento del privado. Ahora mismo asistimos a procesos de
privatización de la cocina del Complejo Hospitalario y de los
Laboratorios, retroalimentando la espiral de pérdida de calidad de
los servicios, de empleos, de derechos laborales,....
-Retroceso
en las condiciones laborales: una plantilla tan desigual como la
de Osaunbidea, en la que difícilmente se puede hablar de situación
precaria para niveles altos, con titularidad de la plaza, avanza
claramente hacia la precarización, afectando más salvajemente a
eventuales y personal de los niveles más bajos. El aumento de la
jornada supone despidos, silenciados despidos. La reducción salarial
a través de la eliminación de la paga extra resulta inasumible para
cientos de mileuristas que trabajan en Osasunbidea. Parecen querer
quemar al personal, el cual, de forma generalizada sigue haciendo, en
su actuar cotidiano, un gran esfuerzo en mantener la calidad en la
atención y de minimizar los efectos de los recortes sobre las
personas usuarias.
Estos
ejes, retroalimentados, responden a un plan preconcebido, en el que
la aparente improvisación y el dar bandazos juegan su papel. Nos
enfrentamos a la aplicación en lo concreto de la “teoría del
shock”, consistente en la generación de inseguridad, miedo,
parálisis social, recortes, más inseguridad,...
Ante
todo ello, toda la sociedad tiene algo que decir, pero somos la
plantilla de Osasunbidea la que más implicación debemos tener por
nuestro doble papel de trabajadoras/usuarios. Al margen de
criticables dinámicas sindicales que van desde los intereses más
gremiales a la inoperancia o a las actuaciones poco consensuadas,
desde la coalición formada por CGT y Solidari, queremos apoyar las
concentraciones convocadas para el día 17 de diciembre en
Osasunbidea para tratar de reflejar la voluntad de la plantilla
de romper su estrategia de dilapidación de este gran bien que
consideramos como imprescindible, nuestra sanidad pública.